Castlevania

IRA
2 min readNov 28, 2020

Solo hay que tener en cuenta dos cosas en Castlevania: que es un juego de acción antes que aventura y que la cosa va del combate por encima de las plataformas.

Lo primero es importante porque delimita la aventura al punto justo de dar una motivación clara y una presentación contundente sin desviarse por caminos secundaros ni perder foco.

Lo segundo se puede ver en las propias animaciones. El ataque se divide en tres fotogramas clave que desarrollan el latigazo, dedicando un tiempo a cargar hacia atrás antes de soltar el brazo. Es precioso. El salto, en cambio, solo utiliza un fotograma clave reciclado de la animación de agacharse. Funciona como indicador visual pero es extrañísimo.

La horizontalidad y tempo de nuestros ataques se combina con la parábola y tempo de nuestros saltos. Una vez iniciada cualquiera de las animaciones no hay vuelta atrás. Es por tanto una ecuación de posicionamiento, movimiento y precisión frente al posicionamiento y movimiento de los enemigos. Por cada enfrentamiento resuelves en fracciones de segundo esta ecuación una y mil veces. Resuélvela mal y el juego te castiga. Tarda demasiado y el juego te castiga.

La cosa va así: cada vez que llegas a un nuevo nivel los enemigos te dan una paliza. Vuelves a empezar el nivel. Poco a poco aprendes los patrones de cada enemigo. Al rato, un tramo que parecía imposible pasa a ser factible con concentración y estrategia. Terminas por optimizar el recorrido hasta el jefe final lo mejor que puedes. Llegas al jefe final y rezas por tu vida mientras atacas a la monstruosidad de turno con todo lo que tienes. Varios intentos después, consigues matarlo cuando solo te quedaba un pixel en la barra de vida. ¡Wow, es como Dark Soul!

Es la combinación perfecta entre habilidad y estrategia que se pide a un buen juego de acción, algunos picos de mala hostia para dar sabor, la duración justa y una de las mejores bandas sonoras de NES. Todo empaquetado en su envoltorio de terror de serie B que termina por elevar el viaje de Simon Belmont de lo notable a lo icónico.

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