MudRunner

IRA
3 min readDec 7, 2020

MudRunner no tiene economía. No recibes dinero cuando terminas un encargo. No tienes que preocuparte por cuanto cuesta la gasolina. A veces se nos olvida lo innecesarios que son los sistemas de “progresión” en la mayoría de videojuegos. MudRunner viene a recordárnoslo. No tiene experiencia, no tiene niveles ni moneda. No hay mejoras bloqueadas ni una lista de misiones secundarias para ganar dinero.

El juego es limpio, simple. La misión para cada mapa es la misma: repartir troncos. Los mapas se podrían decir que “están vacíos” y en parte es cierto, los únicos puntos de interés son almacenes para recoger troncos, aserraderos a los que llevar troncos, garajes y estaciones de repostaje. Solo hay dos de cada uno por mapa, como mucho. El resto es campo. ¡Pero joder, cómo me gusta este campo!

Las partidas en SnowRunner son largas y sin un solo momento flojo. Lo dicho, solo tenemos una misión: repartir troncos, y todo se centra en el viaje. Conectar los puntos de recogida con los de entrega queda enteramente a nosotros. Cómo organizarnos, qué ruta trazar, cuántos vehículos y cuánta carga llevar, qué equipo lleva cada vehículo… Todo teniendo en cuenta las capacidades propias de los vehículos que disponemos. Hay una libertad absoluta para afrontar el reto que se nos presenta. Toda la planificación, equipo e ingenio serán necesarios para cumplir los encargos porque, y aquí está la miga del juego, la naturaleza no tiene piedad.

MudRunner va del hombre contra la naturaleza. Esta nos supera y tendremos que ganarnos cada metro del camino. Toda piedra tiene influencia bajo cada rueda del vehículo, toda inclinación afecta al equilibrio. Las pocas veces que conduces por asfalto se siente como flotar en una nube. Cuando atraviesas un campo con matorrales escuchas el chasquido de las ramas romperse bajo tu peso, un sonido similar a aplastar krispies con un rodillo o arrugar papel de horno. Pero el protagonista absoluto es el barro, el juego no lo tiene en el nombre por capricho. La mayor parte de superficie de los mapas es barro. Las excepciones son ríos, rocas y, muy de vez en cuando, algún tramo de carretera. El elemento principal te acompañará tanto tiempo que se acabará volviendo familiar. Pero nunca se le pierde el respeto, siempre existe la posibilidad de quedarse encallado. Y si encallas, te vas a tirar un buen rato moviendo las ruedas, buscando la inclinación correcta, el mínimo agarre para poder salir del agujero en que te has metido. Cuando sea necesario deberás enganchar el cabrestante (qué palabra más fea) a un árbol cercano del que tirar. Te conviene tener árboles cerca. Si no, habrá que recurrir a otros vehículos que, a su vez, tendrán que llegar hasta tu posición.

MudRunner es una de las apuestas más comprometidas con esa rama de los videojuegos que me gusta tanto. La de la escuela de Asteroids. La de Katamari Damacy y Breath of the Wild. La del movimiento físico de un avatar sometido a un entorno igualmente físico.

Ver salir del barro a un camión en MudRunner es una imagen imponente. Sientes en el mando todo el peso, tamaño y fuerza de esas bestias luchando por su vida. MudRunner es lo más cercano que tendremos nunca al videojuego de Moby Dick.

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